Ese es el cuadro que ven a diario terapeutas como la psicóloga Soraya Lara Caba, quien señala que salir de ese ciclo no es una tarea fácil, sobre todo cuando el agresor ejerce fuertes niveles de manipulación y presión sobre la víctima.
Lara Caba señala además que los maltratos físicos y psicológicos no están condicionados a la situación socioecnómica de los agresores, ni al nivel de instrucción.
La tóxica convivencia
La mujer que mantiene una relación con un hombre agresor está sometida a toda clase de maltratos y manipulaciones que le impiden salir a flote, explica la experta.
“Esas mujeres enfrentan traumas severos, trastornos de estrés post traumático, depresión, ansiedad, ideación suicida, quejas somáticas, se ve afectada su autoestima.
“Entonces esta mujer, con ese estado deterioro por esos síntomas, las funciones ejecutivas, que implica tomar decisiones, no pueden funcionar”, refirió al cuestionar a quienes culpan a las mujeres de no salir a tiempo de una relación tóxica y violenta.
Las amenazas
Lara Caba explica que los agresores tienen casi un perfil común en cuanto a las amenazas: si tú me dejas prepárate, tu eres mía y de nadie más, no vas a meter otro hombre a esa casa, te voy a quitar los hijos.
A partir de esas amenazas comienza a operar el miedo, el terror “porque si lo dejo sé de lo que es capaz”.
Además de esa situación está el temor de las mujeres a que sus parejas o exparejas cometan un hecho más violento: quitarles la vida, afirmó.
“Todo esto genera más miedo, e impide que tomen la decisión de salir de esa relación, porque perciben que las consecuencias psicológicas y físicas pueden ser peores”.
¿Por qué no se van?
Lara Caba plantea que, en ocasiones, las víctimas de violenca de género son presas de mecanismos de adaptación a la adversidad, que las mantienen atadas a esas difíciles relaciones.
“Con los mecanismos de adaptación a la adversidad la mujer aprende a sobrevivir todos los días, a saber qué reacciones tendrá el agresor, dependiendo de sus características.
“La mujer activa, de manera inconsciente, pensamientos que buscan justificar o comparar al agresor: el mío no es tan malo, no es tan violento.
“Y como él le dice que ella es la mala, que nadie la va a querer como él, comienza a colonizar el pensamiento de la mujer, y ella termina creyendo el discurso del agresor”.
En ese escenario, explica Lara Caba, las mujeres se van adaptando, deciden no tocar ciertos temas para que sus parejas no se molesten, así sea quedarse en casa y no compartir con sus amigos y familiares”.
Visiones distorsionadas
En una investigación realizada por el PACAM, sobre el pensamiento distorsionado acerca de la mujer y el uso de la violencia, uno de los hallazgos encontrados fue que persisten concepciones que le dan a la mujer una categoría de suma inferioridad.
“Encontramos que en una población escogida, de 2,400 personas, hombres y mujeres, presentaban distorsión cognitiva, ideas erróneas acerca de la mujer y el uso de la violencia.
“Todavía se atribuye, aunque en uno por ciento, que la mujer es inferior al hombre, que tiene que tenerle la cena lista al marido, que ella es la culpable de la violencia que ella misma recibe, y justifican la violencia”, refirió.
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